quienes somos
Una familia extraordinaria
Nuestra abuelita nació en Liguiqui.
Esta historia empieza con nuestra abuelita, Anita Quintero, quien nació y pasó toda su vida en Liguiqui. Cuando ella tenia 17 años, un apuesto buzo de nombre Ramón Ávila llegó a Liguiqui. Este apuesto hombre de media edad se enamoró de nuestra abuelita, y de la magia de éste lugar.
Formaron una nueva familia y tuvieron cinco hermosos hijos, una de ellas es nuestra madre, Mariana Ávila, quien nació y creció en Liguiqui. Cuando el hermano mayor tuvo que salir de Liguiqui a hacer el servicio militar, nuestra abuelita decidió que su hija Mariana necesitaba aprender costura, y la envió a vivir con una tía en Manta. En una ocasión nuestra Madre, quien ya tenía 17 años, acompañó a su hermano a un baile del ejército donde conoció a nuestro querido Padre.
Manuel Pérez, nuestro padre, nació y creció en Tumbaco, una parroquia rural de Quito. Debido a su carrera militar, los primeros hijos nacieron en Manabí y el resto nacieron en Guayas. Con el tiempo, la familia se radicó en Tumbaco, porque se hizo más fácil la educación de los hijos en Tumbaco.
Después del fallecimiento de nuestro padre, Mariana nuestra madre, decidió regresar a Liguiqui a cuidar de su mamita quien había contraído cáncer. Con el fallecimiento de Anita Quintero, su terreno se repartió para los cinco hijos de Anita Quintero y Ramón Ávila.
La casa fue construida con el deseo de que todos los hijos visitemos a nuestra Madre al mismo tiempo.
La casa se encuentra en el lote que heredó nuestra madre. Fue construida con el deseo de que todos los hijos con sus respectivas familias visitemos al mismo tiempo. Tiene vista al mar en lo alto del acantilado, con 7 dormitorios, 5 baños, 1 cocina, 1 sala/comedor, 2 balcones grandes, dos patios, y estacionamiento.
Por su edad nuestra Madre tiene dificultad al subir gradas, por lo que su dormitorio y baño privado se encuentran en el primer piso. La construcción es tipo artesanal, el diseño es estilo campestre con bambú.
Tomamos siempre la oportunidad de visitar a nuestra madre. Aunque quisiéramos llegar todos a celebrar su cumpleaños o días feriados, nuestros trabajos y obligaciones cotidianas no lo permiten. Por lo que hemos decidido abrir la casa al mundo para que también disfruten de este mágico lugar.